viernes, 22 de junio de 2012


Hoy la media no salió. La que sí salió para no volver más fue Olga. Me tocó la puerta llorando a lágrima viva, con la vestimenta veteada de verde y marrón. Mi mirada se debatía entre la sufrida Olga y el aturdido Capitán. Pude advertir lo sucedido una vez que se desplomó en el sillón: uno de sus pies estaba más bajo que el otro y también, del cordón enroscado en su cuello, pendía un par de anteojos mutilado. Como me estaba poniendo nerviosa la soborné con un vaso de agua y unos pañuelitos mentolados. Después de moquear un rato, me relató (con tono de culebrón mexicano) todo lo que en menos de media hora le sucedió: en una distracción, al rompérsele el taco, trastabilló. Desgraciadamente, en el mismo momento, se escucharon unos ladridos y Capitán salió disparado de la Plaza Martín Fierro. Olga intentó correrlo, pero el taco ausente contribuyó a que perdiera el equilibrio y a que terminara almorzándose una buena porción de pasto; por el impacto perdió uno de los vidrios de los anteojos y, en consecuencia, también a Capitán. Dos cuadras después encontró "un bulto marrón oscuro" que estaba tendido sobre el pavimento de la calle Urquiza. Aparentemente mientras Olga velaba a esa cosa marrón, un chico encontró al pobre animal y gracias a la chapita identificatoria, con forma de hueso, pudo traerlo de vuelta a mi edificio. 
Asumiendo que todo había acabado de la peor manera, Olga, volvió para darme las malas noticias; afortunadamente en la entrada encontró a Capitán meneando la cola, victoriosamente, junto a Don Florindo. Le pagué por los daños ocasionados y nos despedimos. Se fue cojeando y tanteando las paredes oscuras del pasillo con las manos.